El acaparamiento de tierras siembra descontento global

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Hay acuerdos de arrendamiento que abarcan más de 30 millones de hectáreas de tierra en 78 países. Shutterstock
Milenio | 18 de julio del 2022

El acaparamiento de tierras siembra descontento global

Las naciones e incluso las empresas lo usan como argumento para garantizar su seguridad alimentaria; en América Latina modificaron la estrategia

por Financial Times, Londres

Habrá muchos más enfrentamientos entre las poblaciones locales y los considerados nuevos terratenientes globales.

Donald Trump se llevó los titulares como presidente de Estados Unidos cuando se informó que estaba interesado en comprar Groenlandia. El territorio autónomo danés rechazó la idea propuesta y declaró que no estaba en venta. Sin embargo, los acuerdos trasnacionales de tierras no son una anomalía.

La inseguridad alimentaria está acelerando esta práctica de adquirir tierras. Turquía por ejemplo, está entre los países que buscan nuevos pastizales para alimentar a su población. Mientras la inflación se dispara, el país espera reactivar un debilitado acuerdo de arrendamiento de 99 años sobre 800 mil hectáreas en Sudán.

Casi 500 acuerdos de este tipo se llevaron a cabo durante décadas hasta 2016, según Grain, una ONG que da seguimiento a los arrendamientos de tierras agrícolas y que utiliza datos del proyecto farmlandgrab.org. Estos convenios abarcan más de 30 millones de hectáreas de tierra en 78 países, muchos de ellos están en África.

Lo anterior se suma a la presión que tienen las naciones sobre recursos que se están agotando, como el agua. La carrera por los alimentos, exacerbada por las crisis de los refugiados, el cambio climático y la reciente guerra en Ucrania, sugiere que habrá mucha más actividad.

Pero incluso las compañías privadas se sumaron ya al acaparamiento de tierras. En 2008, la empresa surcoreana Daewoo Logistics logró arrebatar un contrato de arrendamiento a 99 años sobre 1.3 millones de hectáreas —la mitad del tamaño de Bélgica— en Madagascar. El precio propuesto para este trato fue cero. “Queremos plantar maíz allí para garantizar nuestra seguridad alimentaria”, declaró entonces un directivo al FT. “Los alimentos pueden ser un arma en este mundo”.

La reacción negativa que desencadenó dicho acuerdo, entre otras cosas porque contribuyó a la destitución del presidente Marc Ravalomanana, redujo varios planes futuros. Otras propuestas, incluyendo algunas en América Latina, se reestructuraron para tener formatos más aceptables, como los basados en asegurar la producción de las granjas en lugar de solamente la propia tierra.

Pero los acuerdos controvertidos siguen adelante. La compañía Elite Agro, con sede en Abu Dhabi y gran propietaria de tierras en Serbia, firmó un acuerdo para adquirir tierras agrícolas en Madagascar. Por su parte la empresa estadunidense African Agriculture (AAGR) tiene grandes planes para cultivar alfalfa en Senegal y a finales del año pasado firmó acuerdos para adquirir tierras en Níger.

El grupo, controlado por el magnate rumano-australiano del sector minero, Frank Timis, presentó sus documentos para empezar a cotizar en el Nasdaq a finales de junio.

AAGR afirma que proporcionó escuelas y alimentos en Senegal, y se considera a sí misma una fuerza para el bien. Pero algunas comunidades de dicha nación se oponen a ello y aseguran que la tierra les pertenece por lo que exigen que se les devuelva.

Seguramente habrá mucho más enfrentamientos entre las poblaciones locales y los nuevos terratenientes globales. Pero es poco probable que estas luchas frenen la oleada de las inversiones en tierras.

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