La financiarización desempeña un papel central en el aumento del acaparamiento de tierras y de recursos naturales a escala mundial; impulsa la concentración de la tierra y socava la capacidad de las comunidades para alimentarse a sí mismas y a otros. Desde la crisis financiera de 2008-09, la tierra se ha tratado cada vez más como un activo financiero. Alrededor de 65 millones de hectáreas han sido adquiridas en todo el mundo; entre 2005 y 2017, los fondos de pensiones, seguros y dotaciones han invertido alrededor de 45.000 millones de dólares en tierras de cultivo. En 2018 estas entidades representaban el 45% de las inversiones totales en tierras agrícolas.
Las crisis ecológicas actuales -cambio climático, pérdida de biodiversidad y degradación de los ecosistemas- tienen su origen en la extracción capitalista. No obstante, los actores financieros y empresariales ahora sitúan estas crisis como oportunidades de inversión. Funciones naturales como el almacenamiento de carbono se rebautizan como «servicios ecosistémicos», se les asigna un valor económico y se comercializan. El valor estimado de estos llamados «activos naturales» es de 4.000 billones de dólares. Los mercados del carbono y la biodiversidad, en particular, han impulsado una nueva oleada de «acaparamientos verdes», y cerca del 20% de los acuerdos actuales de compraventa de tierras a gran escala están vinculados a la bioeconomía. Se prevé que los mercados de carbono por sí solos cuadrupliquen su valor en los próximos diez años, intensificando la presión sobre la tierra y despojando a las comunidades en nombre de la sostenibilidad y las pretensiones de «emisiones netas cero».
Voces desde el campo 2: El FMI y el Banco Mundial han intensificado la presión para privatizar la tierra en Sri Lanka
Anuka Vimukthi MONLAR, Sri Lanka
Dos días antes de las elecciones presidenciales de septiembre de 2024, Sri Lanka se vio obligada a firmar un acuerdo de reestructuración de la deuda con acreedores internacionales, sin discusión pública ni debate parlamentario. Este acuerdo secreto daba prioridad al pago de la deuda sobre los derechos y el bienestar de nuestro pueblo.
Durante años, a través de programas de ajuste estructural, las instituciones financieras internacionales han empujado a Sri Lanka hacia una agricultura orientada a la exportación. Estas reformas han favorecido la agroindustria y la agricultura intensiva en capital, y nos ha dejado a los campesinos y pequeños pescadores dependientes de los mercados de semillas, fertilizantes, redes y barcos, erosionando nuestra autonomía y nuestros sistemas alimentarios.
Ahora, bajo el 17º programa del FMI, la carga de la estabilización económica ha recaído sobre los más pobres. Las medidas de austeridad, entre ellas la fijación de precios de la energía con recuperación de costes, prácticamente han triplicado los costes del combustible y la electricidad, devastando los medios de vida. El aumento de los impuestos sobre equipos e insumos ha sumido a muchos campesinos en la pobreza y el endeudamiento.
Hace mucho tiempo que el FMI y el Banco Mundial presionan para que se privaticen los mercados de la tierra. Con este último programa han vuelto a exigirlo, lo que hace temer un desposeimiento masivo de tierras.
Como miembro de MONLAR formo parte de un creciente movimiento de resistencia frente a estas medidas injustas. Estamos intensificando nuestra campaña e instando al gobierno a que reconozca la soberanía alimentaria y los derechos de los campesinos.as y trabajadores.as rurales como elementos centrales de la política agrícola y económica de Sri Lanka.