Las tierras de cultivo aragonesas, un nuevo manjar para los fondos de inversión

La disponibilidad de agua y la modernización del riego, atractivos de Aragón para los grandes capitales. C.R J.
Heraldo 22/9/2024

Las tierras de cultivo aragonesas, un nuevo manjar para los fondos de inversión

Los grandes capitales han vuelto su mirada en las tierras de cultivo de Aragón, que, según advierte UAGA-COAG, es el nuevo banco de pruebas de la uberización del campo.

Chus García

Hasta ahora Extremadura y Andalucía, eran las comunidades españolas en las que habían centrado el foco los fondos de inversión interesados en el sector agroalimentario. Un ‘selecto’ club al que se ha sumado Aragón, cuyas tierras de cultivo se han convertido en el nuevo manjar para el apetito inversor de las grandes corporaciones.

Los ánimos están divididos. Los hay que piensan que la llegada de grandes capitales al sector primario es una oportunidad. Pero los hay también que consideran el modelo una amenaza para las explotaciones profesionales. Así lo cree UAGA-COAG, que acuñó este término para designar dicho proceso, que advierte que esta "brutal reconversión" no solo frena la incorporación de jóvenes a la actividad agraria sino que "pone contra las cuerdas a los 17.000 agricultores y ganaderos más profesionalizados de Aragón".

Aragón es una región agraria por antonomasia. Y hacia ella miran los fondos de inversión para aprovechar la rentabilidad de los cultivos intensivos de aquellas producciones con alto valor añadido, especialmente leñosos.

Motivos no les faltan. La tierra agrícola es barata. Al menos si se compara con las cifras de otras zonas productoras. Lo evidencia la última Encuesta de Precios de la Tierra que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que recoge que el precio de la hectárea de herbáceos de regadío en Aragón se sitúa en torno los 14.050 euros, frente a los 16.623 euros que cuesta en Extremadura y muy lejos de los 31.870 euros a los que cotiza en Andalucía.

Hay disponibilidad de agua, siempre que la sequía no lo impida como sucedió el pasado ejercicio y como está viviendo la margen derecha este año. Aún así, en Aragón, que cuenta con dos de los más grandes sistemas de riego del país, se riegan un total de 404.004 hectáreas, que representan un 10,88% de las que se riegan en toda España, el 6,47% de la superficie geográfica regional y el 22,61% de la de cultivo. Los datos los recoge el análisis de los regadíos en España de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos (Esyrce) 2023, que sitúa a la Comunidad aragonesa como la cuarta región con mayor extensión regada, tras Andalucía, Castilla-La Mancha y Castilla y León. Y además sus infraestructuras de riego se encuentran en un continuo proceso de modernización.

A todo ello se suma un sector envejecido en el que muchos profesionales no cuentan con relevo, con lo que sus tierras se sirven en bandeja al apetito inversor de los grandes capitales.

La prueba de este atractivo está en la decena de operaciones que ya están en marcha, especialmente en almendro, olivar y pistacho. La más reciente, la protagonizada por el fondo Iberian Smart Financial Agro (Isfa) que ha alquilado una superficie de 400 hectáreas en El Tormillo, en el municipio oscense de Peralta de Alcofea, para cultivar casi un millón de almendros de las variedades Avijor y Penta, distribuidos en una superficie de 400 hectáreas en alta densidad. El proyecto forma parte de un proyecto global que aglutina 10.000 hectáreas repartidas entre España y Portugal sobre las que cultivará almendros intensivos bajo el sistema SES (sistema eficiente y sostenible). La inversión estimada ronda los 400 millones de los que una cuarta parte se quedarán en Aragón.

El riesgo de la uberización

Los defensores de este modelo lo consideran una oportunidad para dar mayor ritmo a la necesaria transición tecnológica, para la que se hacen necesarias grandes inversiones en digitalización e innovación.

Pero también tiene detractores. COAG, la organización agraria en la que se integra la aragonesa UAGA, incluso ha acuñado un término para denominar a este modelo. Lo llama ‘uberización del campo’ y con él hace referencia "al proceso de industrialización del primer sector en el que muchos agricultores han pasado de trabajar sus propias tierras a ser empleados de grandes empresas que buscan sacar la máxima rentabilidad en sus fincas". De sus riesgos hablan en un informe, que ha puesto ahora el foco en Aragón, donde, según advierten, "los fondos de inversión especulativos comienzan a aterrizar en el sector agrario de la región para acaparar las mejores fincas de regadío".

Prueba de ello es que, según señala COAG en su estudio, la compraventa de fincas rústicas en todo el país ha experimentado un aumento significativo, con un incremento del 20% en comparación con 2019. "Este auge está siendo liderado por grandes fondos de inversión especulativos, tanto nacionales como extranjeros, que buscan cultivos atractivos como los leñosos y súper alimentos", señala la organización agraria que recuerda que en la actualidad en la Península Ibérica más de 900 fondos poseen ya tierras valoradas en más de 100.000 millones de euros.

Ahora, denuncia UAGA-COAG, el banco de pruebas de esta uberización está en Aragón, donde, según advierte la organización agraria, este proceso pone contra las cuerdas a los 17.000 agricultores y ganaderos más profesionalizados de la Comunidad autónoma, frena la incorporación de jóvenes e hipoteca el desarrollo del medio rural y la lucha contra el cambio climático.

"Si el nuevo modelo de oligopolios corporativos se impone en el sector, Aragón camina hacia una agricultura sin agricultores", destaca Javier Fatás, miembro de la Comisión Ejecutiva de COAG, que advierte además que esta "brutal reconversión" amenaza con convertir a los profesionales autónomos e independientes en "asalariados" de las grandes corporaciones.

Jóvenes y sostenibilidad

COAG acompaña sus advertencias con cifras. Señala el INE que en 2022 había en Aragón 17.613 afiliados a la Seguridad Social agraria. Son 1.300 profesionales menos que los 18.904 registrados en 2018. "Y estos son las pymes del agro, el verdadero pulmón económico y social del medio rural y dique de contención contra la despoblación y la desertización en decenas de comarcas", alerta Fatás.

El estudio señala que las explotaciones han tenido que optimizar sus recursos, adaptándose a las nuevas exigencias climáticas, y aquellas que cuentan con recursos hídricos han sido capaces de mejorar notablemente su productividad. Y es ahí donde los fondos de inversión clavan su mirada (y su dinero), absorbiendo a muchas pequeñas explotaciones y provocando una mayor concentración de la tierra. Y lo que es peor, advierte COAG. Este modelo productivo pone en riesgo el acceso a la tierra y complica el relevo generacional, tan necesario en un sector en el que el 41,3% de los titulares de las explotaciones tienen 65 años o más y solo el 8,9% tienen menos de 41 años.

"Hay además otra deriva adicional", explica Fatás, que habla de la monetización de la sostenibilidad. "Estas empresas tienen herramientas para rentabilizar las inversiones desde el punto de vista de la certificación de la sostenibilidad", explica y, como ejemplo, señala a la plataforma Arima, de la gestora de inversión Bolschare, que busca medir y certificar desde la huella de carbono a la hídrica, pasando por la acción social y la biodiversidad. "El objetivo es monetizar los parámetros de sostenibilidad y facilitar la compensación de emisiones de CO2 para empresas mediante créditos de carbono", denuncia Fatás.

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