Cubos y cubos de dinero

28-5-2012, El Periódico
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por Gustavo Duch

Hace cuatro años, la organización Grain tuvo que inventar una expresión para describir una práctica nueva de ganar «cubos y cubos de dinero» que hoy ya es ampliamente conocida, a la vez que denunciada: el acaparamiento de tierras. El capital financiero de los bancos y fondos de inversión, los petrodólares de algunos estados y las arcas de algunas grandes corporaciones agroalimentarias están invirtiendo sumas muy significativas en la adquisición de las mejores tierras fértiles en los países empobrecidos del Sur. Una jugada con beneficios a corto plazo (hacen de esas tierras cultivos intensivos de alimentos para la exportación o cultivos energéticos para la producción de agrocombustibles) y a largo plazo, pues después de ver cómo reventaban burbujas como la hipotecaria optan por un valor que especulativamente hablando siempre valdrá más, la tierra fértil. Como decía Mark Twain, «no se puede fabricar más», y con el aumento de la población cada vez será más necesaria.

EL ACAPARAMIENTO de estas tierras está alcanzando proporciones aterradoras, pues cada nueva hectárea adquirida -robada, en realidad- es el despojo del medio de vida de la población local que se alimenta en gran medida de su agricultura de subsistencia. Los 60 u 80 millones de hectáreas de tierras cultivables en países pobres que ya han pasado a manos extranjeras en los últimos años (una superficie que no cabría en todo el Estado español) apuntan a ser la causa estrella de las hambrunas y la pobreza del siglo XXI.

Algunos casos documentados son especulativos cien por cien y van ligados a los llamados mercados de futuros. Otros, como decía, se centran en ampliar grandes negocios agrarios, como la empresa Al Dahra de los Emiratos Árabes, que ha adquirido tierras en Namibia, Sudán, Egipto y ¡Lleida! para dedicarlas a su especialidad, el cultivo de heno y forrajes para la ganadería intensiva de su país. En los países africanos citados este acaparamiento de tierras fértiles es el desencadenante de más pobreza en las zonas rurales donde se da. En Catalunya, donde la crisis del sector agrícola es un hecho, ¿qué puede suponer este tipo de fenómeno si se extiende?

Detrás de estas nuevas conquistas de tierras hay un factor estratégico que pudiera pasar desapercibido: el agua dulce, que para los fondos de inversión que la persiguen puede también ser doblemente interesante. Se prevé, por un lado, que en un futuro el agua pueda ser, igual que el petróleo, los cereales o la tierra fértil, una inversión especulativa en los mercados; y por el otro y ligada a las adquisiciones de tierras, es el activo clave para sacarles el máximo rendimiento. Judson Hill, responsable de un fondo de capital involucrado, dijo que invertir en agua ligada a la agricultura representa ya «cubos y cubos de dinero». En el punto de mira está de nuevo el continente africano, que con sus grandes ríos tiene -dicen- una abundancia de agua dulce que ahora no se explota comercialmente. Si uno mira dónde se están adquiriendo tierras en África, observa que la práctica totalidad están junto a las cuencas de grandes ríos como el Nilo, el Níger, el Senegal, con acceso directo a agua para irrigar las nuevas megaplantaciones. Y esto ocurre en un territorio donde al menos una tercera parte de la población vive en áreas con escasez de agua.

Apropiarse de tierra y agua para exportar alimentos o combustibles en manos de capital extranjero no solo no beneficia a la población local sino que compromete un recurso que ella tanto necesita. La India y China son dos ejemplos muy claros en los que en el pasado se ha promocionado el uso masivo del agua para irrigación minando sus recursos hídricos actuales a niveles alarmantes. El abuso del agua hace de este recurso renovable un recurso agotable. Se calcula que 200 millones de personas en la India y 100 millones en China se alimentan de cultivos regados con el agua de las futuras generaciones.

Las inversiones que miran a África reproducirán los mismos errores. Según los cálculos de la FAO, toda la cuenca del Nilo, que abarca unos 10 países, puede permitir el riego como máximo de unos ocho millones de hectáreas. Solo en cuatro de estos países se riegan ya cinco millones de hectáreas con agua del Nilo. Según un reciente estudio de Grain, en estos mismos países ya se han traspasado más de ocho millones de hectáreas a los susodichos inversores para sus cultivos intensivos de… cubos de dinero. Lo mismo pasa en otras partes del continente. El Gobierno de Malí ya ha malvendido medio millón de hectáreas a inversores extranjeros, cuando los expertos calculan que el uso sostenible del agua solo alcanza para 250.000 hectáreas.

Los números no cuadran y la lógica no encaja. Si no se para este expolio, el futuro del mismo Nilo y otros ríos está en juego, y con ello el futuro de los millones de personas en el continente más afectado por la crisis climática. Grain (Nobel de Ecología), una vez más, ya ha bautizado esta realidad y habla de un suicidio hídrico a no ser que se impida que con la tierra y el agua se acaparen cubos y cubos de dinero.

Coordinador de la revista Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas.

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