Abril 2011, Revista Soberanía Alimentaria, biodiversidad y culturas
Son estandartes de la resistencia desde lo local frente a las presiones a favor del libre comercio, y saben del valor de las alianzas. En sus escritos ambos ponen atención en el preocupante y creciente fenómeno de acaparamiento de tierras en África, que ha dado lugar durante la reciente celebración del Foro Social Mundial en Dakar, a la denuncia de La Vía Campesina que se incluye como tercer texto.
El bandolerismo del Estado
Por Ibrahim Coulibaly (*)
El acaparamiento de tierras es un problema que se ha acelerado desde la crisis alimentaria de 2008. Se ha convertido en un problema muy grave en Mali, donde, en pocos años, hemos visto casi 700 mil hectáreas cedidas por el gobierno a empresas extranjeras, Estados extranjeros o a los llamados inversionistas nacionales.
Lo que tenemos que entender, es que esta tendencia hacia el acaparamiento de tierras, en la línea de las políticas neoliberales, quiere hacer creer a la gente que el campesinado no puede darnos de comer. Ése fue el mensaje de los gobiernos después de la crisis alimentaria: que tenemos que aumentar la producción de alimentos. Pero fueron esas mismas políticas aplicadas en nuestros países durante los últimos 30 años, y promovidas por el Banco Mundial y el FMI, las que no permitieron alimentar a nuestros países. Y tampoco vamos a resolver el problema de la alimentación al entregarle tierras a los intereses extranjeros. Sobre todo porque la crisis alimentaria ha demostrado que los países que dependían del mercado mundial para su suministro de alimentos quedaron muy vulnerables. En su lugar, se necesitan más que nunca, políticas para fortalecer la agricultura local, invertir en la agricultura familiar, con el fin de producir más -o mejor aún- con el fin de producir para alimentar a nuestros países.
En su lugar, se decidió entregar tierras a Estados que tienen problemas de suministro de alimentos. Cuando un Estado como Libia, que no tiene agua y cuyas tierras son poco productivas, llega a tener más de 100 mil hectáreas de tierras agrícolas en Mali, no es para producir alimentos para las y los malienses, eso es obvio. Entonces ¿por qué el Estado de Mali cede nuestras tierras más productivas y mejor irrigadas a intereses extranjeros o a países que las necesitan para producir sus alimentos? Eso es lo que denunciamos.
Una cosa que queda clara es que todo esto se debe a la pérdida de control sobre la formulación de políticas y su aplicación a nivel nacional. En otras palabras, todas las ideas que dan forma a las políticas de nuestro Estado son dictadas desde el exterior. Fue el propio presidente de la República, ante la insistencia del Banco Mundial, quien ha creado un Consejo Presidencial para la Inversión. ¿Qué es este Consejo Presidencial para la Inversión? Es un mecanismo que se puso en marcha con el fin de acelerar el proceso de inversión en nuestros países. Se contratan gerentes muy jóvenes, licenciados y licenciadas recién salidos de universidades estadounidenses que viven en un planeta completamente diferente, que no saben nada acerca de las realidades de nuestros países y que sólo han realizado estudios de administración o afines. Son reclutados y se convierten en asesores presidenciales de inversión. Así que cualquiera que venga con dinero, incluso si se trata de dinero de la droga, mientras que traiga dinero, le despliegan la alfombra roja. Es sumamente peligroso. Creemos que mañana será posible que el dinero de la droga tome el poder en nuestro país porque nadie está buscando o tratando de entender quién entra. Tan pronto como llega el dinero, las puertas se abren de par en par y se entregan las tierras de cultivo muy fácilmente, sin transparencia.
No podemos aceptar esto. Especialmente porque se trata de problemas relacionados con la tierra. Y hay muchos seres humanos que viven en estas tierras. Estamos hablando de miles de pueblos, millones de personas que siempre han existido: pastores, campesinado, pescadores que se encuentran en estos territorios desde hace milenios. Ellos y ellas tienen derechos. Nadie puede negarles sus derechos. Es por eso que nos hemos movilizado.
Para mí, no hay otro término. La apropiación de tierras es bandolerismo de Estado. Tenemos que tratarlos como bandidos porque tratan de apoderarse o tomar el único recurso que les queda a las personas pobres y dárselo a los que ya tienen demasiado, los que ya son extremadamente ricos. Y eso no es aceptable.
(*) Ibrahim Coulibaly es miembro de la CNOP, Mali
Déjennos trabajar y alimentaremos a África
(*)Mamadou Cissokho
Hubo un tiempo en que los Estados africanos apoyaban a su población campesina. Y luego vino un tiempo de sequía para los Estados, que se vieron endeudados. Entonces, fueron puestos bajo la tutela del FMI y el Banco mundial. “Privaticen, liberalicen, abran bien abiertas sus fronteras”, nos dijeron, dándonos a entender claramente que, a partir de este momento, la gestión de los asuntos económicos de nuestros países ya no nos incumbía. Fue en ese momento que el Estado desapareció: no más asesoramiento, no más créditos, nada más para nosotros, el campesinado.
Al mismo tiempo, Europa se hundía bajo los excedentes agrícolas. ¿Y qué fue lo que pasó? Inundaron con ellos nuestros países. Nosotros, los campesinos y campesinas, sin subvenciones, sin ayudas, de repente tuvimos productos demasiado caros frente a la competencia desleal de las corporaciones del campo europeo, que tienen muchas subvenciones. Despojados de medios de subsistencia, el campesinado fue barridos a las ciudades para engrosar las filas de la miseria. Para que las personas habitantes de las ciudades no se rebelaran, se justificó con bajos precios la entrada masiva de productos agrícolas. Pero al mismo tiempo mataban a las y los campesinos locales.
Después nos inundaron con personas expertas, para ayudarnos. Nos dijeron que no éramos competitivos porque seguíamos usando la daba (la azada). Pero no hubo nadie que nos diera nada. Y sin apoyo, nos quedamos por completo librados a nuestra suerte. Los programas de reajustes estructurales rompieron la confianza entre el Estado y el campesinado, que sin embargo suministraban la mayor parte del Producto Interno Bruto.
Así que, pensamos, si ya no hay Estado, si ya no quedan estructuras que nos apoyen, tenemos que cuidarnos solos. Fue en este contexto que nacieron las organizaciones campesinas tal como las conocemos hoy. Primero en los poblados, hasta llegar luego al nivel nacional. En aquella época, el estatus de campesino estaba tan devaluado que si le preguntaban a un campesino o campesina qué oficio tenía, contestaba: “no tengo oficio”: así de intenso era su sentimiento de no ser nada.
Hemos remontado muchos obstáculos con tal de mejorar nuestra situación. Pero tenemos que seguir luchando por sobrevivir. Ahora el reto es combatir el acaparamiento y compra de nuestras propias tierras en manos de países extranjeros y empresas privadas. Estas tierras son malbaratadas por nuestras autoridades, muy a menudo por la presión de los más altos responsables del país. Intentamos presionar a nuestros dirigentes locales para que dejen de vender nuestras tierras al mejor postor. Pero en Senegal, el movimiento campesino que lucha contra el acaparamiento de las tierras sigue siendo demasiado débil, sobre todo porque falta información. Hemos exigido que nos reconozcan el derecho de las familias a explotar las tierras que ocupan, que los espacios de sabana de cada poblado, sean reconocidos como propiedad de la comunidad, que los demás espacios que rodean el pueblo se consideren bienes comunitarios administrados entre todos nosotros.
Entonces nos dicen: si eso sucede, no vendrán los inversionistas, porque no se sentirán seguros. Así que, para atraer inversionistas, ¿debemos no ser nadie en nuestras tierras? Si un inversionista viene a nuestra casa, debe gozar de absoluta seguridad. ¿Por qué todos pueden tener seguridades y nosotros no? ¿Por qué los campesinos y campesinas no tienen ninguna garantía?
¿Cómo alimentar a África? Nosotros y nosotras, la gente del campo lo sabemos muy bien: simplemente déjennos trabajar, sin ponernos trabas a cada momento como la OMC, el Banco mundial, el FMI, la liquidación de nuestras tierras, las semillas transgénicas, y todos esos expertos que tanto nos fastidian.
Traducción: Amandine Semat
(*) Mamadou Cissokho, es presidente honorario de la Red de las Organizaciones Campesinas y de Productores de África del Oeste (ROPPA) Le Temps | 9 de febrero 2011