Los nuevos dueños de la tierra

30-8-09

¿Ante un colonialismo diferente?

Estados e inversores privados compiten por comprar superficies en África, Asia y Latinoamérica

Jordi Goula

Las dos grandes crisis globales que estallaron hace muchos meses –la financiera y la alimentaria– están engendrando una nueva y preocupante tendencia a comprar tierras para la producción deslocalizada de alimentos. Son dos las agendas paralelas que impulsan a sendos tipos de compradores de tierras. Unos, los estados, buscan ante todo la seguridad alimentaria del futuro y otros –fondos privados y empresas– van simplemente a por las importantes ganancias económicas que se puedan producir, a partir de unas inversiones asequibles en tierras poco trabajadas. A grandes rasgos, este es el análisis que efectúa la ONG, Grain (grain.org), con presencia en todo el mundo y sede en Barcelona, sobre el fenómeno de acaparamiento de terrenos en países en desarrollo en estos últimos tiempos. De hecho, explican en un comunicado que “desde marzo del 2008, funcionarios de alto rango de países como Arabia Saudí, Japón, China, India, Corea, Egipto, Libia... están moviendo activamente sus hilos diplomáticos en busca de tierras fértiles en Uganda, Brasil, Camboya, Sudán, Pakistán... Los gobiernos que están siendo cortejados para hacer uso de sus tierras agrícolas generalmente reciben bien los ofrecimientos extranjeros de inversión”. Un destacado miembro de esta ONG, Carlos Vicente, responsable para Latinoamérica, asegura: “Nuestra visión es que estas inversiones en compra de tierras van a resultar a la larga negativas para los países que las lleven a cabo, ya que perderán soberanía alimentaria”. Por su parte, para Pep Mària, profesor asociado de ciencias sociales de Esade, especialista en países en desarrollo, deben hacerse algunas matizaciones. “Precisamente ahora vengo del Congo y lo de allí es extrapolable a otros países. De entrada, no es exactamente lo mismo una inversión estatal que una de la empresa privada. Los chinos, por ejemplo, aunque actúan con grandes conglomerados privados, al final dependen del Gobierno y suelen funcionar con trueque. Es decir, a cambio de producir en las tierras les construyen carreteras, hospitales, escuelas... La sensación de la gente es positiva, frente a lanegativa experiencia esquilmadora que tienen de muchas compañías occidentales...”. Para Mària estamos en el momento del cambio de las relaciones Norte-Sur. “Hemos llegado a un límite muy desfavorable para el Sur y debe cambiarse el modelo de relación.Yésta es una forma de explorar nuevas posibilidades.

Con todo, la percepción general es de desconfianza. Están muy escaldados con EE.UU. y ahora piensan ‘a ver como nos va con los nuevos’...” En realidad, el miedo a quedarse sin alimentos y la fuerte subida que éstos experimentaron el pasado año –en gran parte debido a la especulación– ha empujadoa muchos países a dar el paso. Pensemos que Japón y Corea del Sur importan el 60% de sus alimentos y los países del Golfo, entre el 70% y el 90%, o que China, que tiene el9% de las tierras cultivables del mundo, tiene el 20% de la población. ¿Debe extrañar que sean estos países los más activos en tratar de asegurar su alimentación futura? Además, existe la convicción de que en unos años los precios agrícolas van a subir mucho más deprisa que los industriales. El 2009 es una excepción, pero a pesar de la baja de las materias primas, las agrícolas lo han hecho menos que las industriales. La propia OCDE prevé tensiones duraderas en los mercados alimentarios y esta vez tiene muchos visos de ser veraz, al ver las proyecciones de población y tierras y los cambios de hábitos alimentarios de partes de la población en países como China. Así, en 20 años la demanda de alimentos puede aumentar en el mundo un 50%.

Por ello, el Banco Mundial, sobre la base de la necesidad de aumentar la oferta de productos agrícolas, apoya las operaciones de compras de tierras y está desarrollando un código de conducta para los compradores. Por cierto que los jefes de Estado del último G-8 de L’Aquila no llegaron a un acuerdo sobre sus términos. Y es que no todo es de color de rosa. “En el mejor de los casos es una operación de todos ganan, pero no todos los casos son los mejores, más bien es al contrario”. Así lo denunciaba el semanario Der Spiegel hace un mes en un duro artículo sobre lo que denominaba el nuevo colonialismo, en el que recordaba que en un continente como el africano, en el que “el 50% de los habitantes son pequeños agricultores, el riesgo de que pierdan sus campos es grande, ya que en la mayoría de los casos no tienen papeles y mandan las expropiaciones; sin olvidar que las tierras más fértiles son las que los estados venden a los extranjeros...”.

Carlos Vicente es todavía más contundente y acusa a las instituciones internacionales, como el Banco Mundial, de que las “ soluciones que pretenden mostrar como de todos ganan no son reales y simplemente servirán para lavar la imagen de muchos de estos negocios, mientras se avanza en la ocupación de millones de hectáreas en los países más desprotegidos y ocupando sus mejores tierras. La agricultura autónoma será sustituida por la agricultura de contrato”. En otras palabras, lo que Vicente denuncia es que se trata de destruir el espacio de políticas agrícolas orientadas a los campesinos, la reforma agraria y los mercados locales e implica un enorme empuje a la agricultura industrial, bajo control exterior, aun cuando se impulsen pequeñas explotaciones”.

Y es que no siempre, por desgracia, se va de trueque y con transparencia. Para el responsable latinoamericano de Grain, “estos negocios en la mayoría de los casos carecen absolutamente de transparencia y de debate público. Quienes saldrán beneficiados son algunos de los sectores del poder que actúan a espaldas de la sociedad, y ante las monumentales cifras que manejan son proclives a la corrupción”. Por ello, la FAO aboga para que las poblaciones locales se asocien en la negociación de estos contratos y que reciban una justa contraprestación. Pero no resulta fácil de hacer. Lo habitual hoy es que las poblaciones autóctonas no se aprovechen ni de ventajas económicas ni siquiera de empleo, ya que muchas veces también se importa. Hay quien estima (Le Monde, 15y 20de abril) que podría haber unos 10 millones de chinos en África el año próximo. Estamos, pues, ante una situación nueva de demostración de poder...

El papel de los gobiernos

El Banco Mundial apoya las operaciones y desarrolla un código de conducta, pero las críticas son muy duras Las compras más importantes no las llevan a cabo inversores privados, sino gobiernos y los fondos que promueven. “Der Spiegel” cita como algunas operaciones destacables, que Sudán ha arrendado 1,5 millones de hectáreas a los Estados del Golfo, Egipto y Corea por 99 años. Kuwait, lo ha hecho con 130.000 Ha. en campos de arroz a Camboya. Egipto planea desarrollar 840.000 Ha. en Uganda y apunta que el presidente de la República Democrática del Congo ha ofrecido 10 millones de Ha. a los sudafricanos
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