Colombia: Zidres, o la guerra por otros medios

20-6-2016, Delinde
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Freddy Cante

La nueva y silenciosa guerra en Colombia

Las Zonas de Interés de Desarrollo Económico y Social (Zidres) corresponden a la lógica del desarrollo capitalista, el cual se caracteriza, entre otras cosas, por despojar a los campesinos de su tierra y transformarlos en pobres asalariados o, en el peor de los casos, en lumpen que pulula en las grandes urbes. Cuatro décadas atrás el tecnócrata Lauchlin Currie promovió la urbanización y, con ella, el desplazamiento inducido de campesinado a las ciudades, completando la tarea que no lograron los victimarios de la violencia liberal-conservadora. Los tecnó- cratas contemporáneos mediante estrategias como las Zidres completarán la tarea de despojo y desplazamiento que dejaron inacabada los guerreristas de izquierda a derecha. El modelo desplazador de Carimagua (Paredes, 2008) — tímidamente iniciado por el hoy exiliado exministro de agricultura Andrés Felipe Arias—será potenciado mediante tal proyecto.

Las principales características del modelo desarrollista son las siguientes:

i. Búsqueda exclusiva de la productividad económica, la cual consiste en incrementar ostensiblemente la producción de bienes en el corto plazo, haciendo abstracción de los costes ecológicos y de los impactos negativos para las futuras generaciones. Tal productividad economicista contrasta con su antípoda: la productividad ecológica, que consiste en minimizar el uso de materias y energías naturales de orden renovable y no-renovable.

ii. Vaciamiento poblacional de los campos, mediante el desplazamiento forzado (o el sutil y voluntario desplazamiento jalonado por la opulencia urbana), el cual obedece a la lógica del desarrollo capitalista: a mayor urbanización entonces mayor tamaño de los mercados, a mayor intensidad de capital (maquinaria y tecnología) más desempleo, salarios más bajos, y desplazamiento de mano de obra sobrante pero más productividad.

iii. Encogimiento de la propiedad pública y privada: desde los tiempos iniciales de la revolución industrial inglesa — ¡mucho antes de que naciera esa luminaria de “inteligencia superior” llamada José Obdulio Gaviria quien acuñó el término de migrantes voluntarios!— los campesinos desplazados y despojados llegados a la ciudad fueron bautizados con los nuevos nombres de pobres, vagabundos y proletos. En la urbe, a diferencia del campo, los pobres no tienen más que su fuerza de trabajo física o intelectual, pues carecen de tierra y potencial autogestión a través de una granja propia.

iv. Colosal concentración de la tierra rural en pocas manos, y transformación de los ecosistemas naturales en factorías. Los megaproyectos agroindustriales y mineros (incluyendo las hidroeléctricas) son violentas transformaciones y degradaciones de la naturaleza, pues alteran los ciclos naturales, destruyen la biodiversidad, arrasan el policultivo, y erradican las prácticas de minería artesanal y agricultura orgánica, para hacer del agro una factoría sujeta al tiempo artificial del reloj y de la productividad industrial.

Las Zidres son una política que favorece a los promotores de megaproyectos agroindustriales, que promoverán empresas con alta intensidad de capital, poco empleo de mano de obra, y convertirán el campo en una despensa para la producción masiva (a gran escala y con alta productividad) de alimentos para manadas de consumidores, y de nutramentos (biocombustibles) para los automotores. Por cierto, el único mérito de Uribe y Santos es que al menos no disimulan su sesgo neoliberal, comparados con los hipócritas líderes socialdemócratas de países como Brasil, Bolivia y Argentina que con retórica de izquierda han promovido megaproyectos similares a las Zidres, y a la megaminería colombiana.

Desplazamiento forzado y desplazamiento voluntario

Colombia tiene una población actual estimada de 50 millones de seres humanos, y se estima que el último cuarto de siglo de violencia dejó unos 5 millones de desplazados (el 10% de los colombianos fueron víctimas de desplazamiento forzado).

El vaciamiento de los campos, con el respectivo abigarramiento de masas humanas en extensas urbes, es menos un efecto indeseable de la violencia (explícita, directa y abierta del conflicto armado) y más una tendencia inherente a la violencia (implícita, inherente y soterrada de esa modalidad de violencia llamada progreso).

En los años sesenta, cuando las guerrillas apenas gateaban y el conflicto armado estaba aún en ciernes, el controvertido tecnó- crata (Currie, 1966), influyó para promover una política desarrollista generadora de más urbanización mediante el desplazamiento voluntario de los campesinos hacia las urbes: más que empujarlos violentamente había que seducirlos con el tramojo de la opulencia y comodidad de la ciudad. Esto implicaba una agricultura más intensiva en capital que en mano de obra, y una ciudad con demanda de mano de obra no calificada para labores como la construcción de vivienda. Este modelo, que ayudó a sepultar la reforma agraria de los años setenta, se ha mantenido con algunos matices y fluctuaciones, al punto de que hoy un 76% de la población colombiana habita en las urbes. Todo esto significa que, guardadas las proporciones (debido al nacimiento de nuevas generaciones en las ciudades), la gente ha migrado voluntariamente a las urbes y tal migración voluntaria (pacífica aunque demasiado conveniente para los grandes empresarios)) supera con creces al desplazamiento forzado.

Un par de años atrás el economista inglés James Robinson, afirmó sin rubor que cualquier tentativa de postconflicto orientada a reformar el agro y mantener un anacrónico campesinado, además de ir en contravía del progreso, estaría condenada al fracaso más rotundo. Y tal posición despertó cierta efímera ira en el mundillo de los economistas criollos (Bermúdez, 2015), cosa que, sintomáticamente, no ha ocurrido con acciones concretas como las Zidres que, al menos por el momento, corroboran, en la práctica, las crudas sentencias del tecnó- crata británico. Y se espera que gracias a las Zidres los campos queden casi por completo vaciados de campesinos, y más bien sean convertidos en factorías de generación de alimentos, minerales y energías mediante empresas de agricultura y extracción a gran escala.

Unos indicadores de la expropiación en el agro

En el sector colombiano la tierra está altamente concentrada, aún antes de que se comiencen a implementar las Zidres (que ayudarían a concentrar aún más la tierra), este es el panorama general, publicado en la importante revista (Semana, 2012):

• La concentración de la tierra y la desigualdad han crecido en la última década en el campo. El índice Gini rural, que mide la desigualdad, pasó de 0,74 a 0,88.

• Actualmente el 77% de la tierra está en manos de 13% de propietarios. El 3,6% de estos tiene el 30% de la tierra.

• El 80% de los pequeños campesinos tiene menos de una Unidad Agrícola Familiar (UAF), es decir que son microfundistas.

• A pesar de la falta de acceso a la tierra, el 70% de los alimentos que se producen en el país vienen de la agricultura de pequeños campesinos.

• Se estima que 6,6 millones de hectáreas fueron despojadas por la violencia en las últimas dos décadas, esto es el 15% de la superficie agropecuaria del país.

• A Colombia le sobra mucha ganadería: de 39,2 millones de hectáreas que hoy se usan en esa actividad, solo 21 millones son aptas para ella. En contraste, de las 21,5 millones de hectáreas de tierra con capacidad agrícola, solo se usan 4,9 millones.

• 5,8 millones de hectáreas (más de lo que hay sembrado en comida) han sido otorgadas dentro de los 9.000 títulos mineros vigentes y hay 20.000 nuevas solicitudes.

En algunos años, posiblemente, estas tendencias se agravarán debido a las Zidres y a la implementación del modelo extractivista de una manera más decidida.

Algunos costes ecológicos de las Zidres

La agricultura a gran escala y la práctica del monocultivo que serían promovidas mediante las Zidres tendrán impactos en el calentamiento global, pues hacen parte de la agricultura convencional (que usa petroqúimicos y tecnologías intensivas en uso de combustibles fósiles): “…Las emisiones de CO2 por hectárea de los sistemas de agricultura orgánica son del 48 al 66 por ciento menores que las de los sistemas convencionales…las emisiones de CO2 de las granjas orgánicas alemanas ascendían a 0,5 toneladas de CO2 por hectá- rea, mientras que en la agricultura convencional dicha cifra era de 1,3 toneladas, registrándose una diferencia del 60 por ciento y los efectos más importantes de la agricultura orgánica, responsables de esta diferencia son: el mantenimiento y el aumento de la fertilidad del suelo mediante el uso de abono de corral; la supresión de fertilizantes y plaguicidas sintéticos; la disminución en el uso de alimentos que consuman mucha energía…En la agricultura orgánica, casi el 70 por ciento del CO2 es consecuencia del consumo de combustible y de la producción de la maquinaria, mientras en los sistemas convencionales el 75 por ciento de las emisiones de CO2 se atribuyen a los fertilizantes, los piensos y los combustibles”. (FAO, 2015)

Una investigadora de la Ong Dejusticia muestra que las Zidres son una estrategia para la apropiación de baldíos: “… Recientemente, el Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que crea y desarrolla las Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social –Zidres-. El modelo aprobado pretende impulsar el desarrollo de proyectos agroindustriales a gran escala, para lo cual se constituirán Zonas Francas Agroindustriales “como instrumento para la creación de empleo y para la captación de nuevas inversiones de capital, que promoverán la competitividad en las regiones donde se establezcan y el desarrollo de procesos industriales altamente rentables y competitivos…El “modelo de desarrollo económico regional” -recientemente aprobado- promueve el uso, la explotación y concentración de baldíos para desarrollar en estos proyectos agroindustriales a gran escala. Esta iniciativa se aprobó sin que a la fecha se observen avances claros en el impulso de la economía campesina. Así, por ejemplo, no se ha hecho nada para liberar territorios fértiles, hoy ocupados por ganadería extensiva, no se han aprobado nuevas zonas de reserva campesina, ni se han recuperado de manera decisiva baldíos indebidamente ocupados y acumulados. Por el contrario, esta nueva ley permite sanear estas situaciones irregulares…” (Bolívar, 2015).

Uno de los grandes conocedores de la historia y geografía del conflicto colombiano, el sociólogo Alfredo Molano, afirma que: “… El país no se ha dado cuenta de que las Zidres (tuvieron que cambiarles el nombre varias veces para esconder su verdadero objetivo) significan expropiar a los pequeños y medianos poseedores de mejoras en favor de los negociantes de combustible orgánico. En dos palabras –y lo repito–, se trata de regalarles toda la Orinoquia, parte del Magdalena medio, parte del Pacífico, parte de la Amazonia, parte del Catatumbo a las empresas que producen biocombustibles y poner a los campesinos y medianos propietarios a trabajar para ellas bajo un rígido estatuto técnico y económico que, traducido al lenguaje corriente, se llama la ley del embudo: lo grande para ellas, lo estrecho para uno.” (Molano, 2016)

Desde el punto de vista de quienes defienden tal proyecto, la prioridad es la productividad y pretenden hacernos creer que la política no promueve la concentración de la tierra, con argumentos como el siguiente: “… La Ley de Zidres no resuelve los líos de titulación en Colombia. Ese tampoco era su objetivo. La nueva norma busca hacer productiva la tierra. La pregunta a resolver es si ese enfoque ayudará a superar los problemas del agro… Para que una zona pueda ser designada como Zidres deberá reunir cinco requisitos: 1) que se encuentre aislada de los centros urbanos más significativos; 2) que demande elevados costos de adaptación productiva por sus características agroló- gicas y climáticas; 3) que tenga baja densidad poblacional; 4) que presente altos índices de pobreza o que carezcan de infraestructura mínima para el transporte y comercialización de los productos.” (Dinero, 2016)

Por el lado de algunos ambientalistas hay gran preocupación, pues mediante las Zidres serán colonizados, alterados y dañados enormes porciones de territorios baldíos y de reservas forestales. Este es uno de sus argumentos: “… la ley que establece las Zidres que serán declaradas en áreas “aisladas de los centros urbanos más significativos, que demanden elevados costos de adaptación productiva por sus características agrológicas y climáticas, tienen baja densidad poblacional, presenten altos índices de pobreza, carecen de infraestructura mínima para el transporte y comercialización de sus productos”. A este artículo primero se le agregó un parágrafo que establece “los territorios declarados como Zidres serán sustraídos automáticamente y para todos los efectos de la Ley 2 de 1959”… La Ley Segunda fue elaborada en el gobierno de Alberto Lleras Camargo y en ella se apoyan las grandes reservas de la Amazonia y la costa del Pacífico, así como los restos del bosque andino en la cordillera Central, en el valle del Magdalena, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en la reserva forestal de El Cocuy y en la serranía de los Motilones. En esta ley se fundamentan los parques nacionales establecidos antes de diciembre de 1974. Las condiciones y la descripción legales de las Zidres permitirán que la colonización empresarial destruya esos bosques sin que puedan intervenir ni las autoridades locales ni el Sistema Nacional Ambiental.” (Carrizosa, 2015).

Otro reconocido ambientalista afirma que: el “…los territorios declarados como Zidres serán sustraídos automáticamente y para todos los efectos de la Ley 2ª de 1959 y modificarán en todo lo pertinente los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), los Planes Básicos de Ordenamiento Territorial (PBOT) y los Esquemas de Ordenamiento Territorial (EOT) de los municipios vinculados”. Esto se hace para favorecer el desarrollo agroindustrial en el piedemonte llanero y amazónico”. (Ruiz, 2015)

Conclusión: la guerra por otros medios

La jungla hobbesiana, entendida como la guerra de todos contra todos, no quedó circunscrita en el violento estado originario de las sociedades, que se pierde en la bruma de los tiempos. El mercado competitivo (subrayando su cariz de competencia imperfecta), es una sutil pero aún más violenta forma de despojo (MacPherson, 1962). La meta suprema, hacia la cual corren voraces todos los competidores, es la posesión de activos (mercancías) como un fin en sí mismo: los avarientos empresarios y rentistas acumulan beneficios y capturan rentas, los glotones y obesos consumidores engullen y ostentan diversos bienes y servicios de consumo final. Mercados cautivos, consumidores atrapados por sus adicciones, y opulentos capitalistas prisioneros de su propia codicia, son expresiones de tal guerra.

El visionario pensador Walter Benjamin imaginó un ángel de la historia, suspendido entre las corrientes del pasado y del futuro. El sobre-natural ser quisiera quedarse en el pretérito para remediar los males de la violencia y resucitar cadáveres, pero cualquier tratamiento de justicia restaurativa es nimio y trivial y, por si fuera poco, la fuerte corriente del progreso lo arrastra hacia el futuro (Benjamin, 2009). Lo peor es que el progreso, acuñado en pomposos conceptos y cifras de crecimiento, desarrollo, prosperidad y opulencia, resulta ser una modalidad de violencia bastante peor que la guerra. Este apasionante aunque espinoso tema ha sido desarrollado en otra parte (Cante, Fredy and Quehl, Hartmut, 2015), aunque de tal reflexión se desprenden importantes referentes para quienes tienen sus fundadas dudas sobre el actual proceso de paz.

Referencias

Benjamin, W. (2009). On the Concept of History. New York : Classic Books America.

Bermúdez, A. (22 de Enero de 2015). La Silla Vacía. Obtenido de lasillavacia.com: http:// lasillavacia.com/historia/james-robinson-alebresta-los-intelectuales-49426

Bolívar, A. (29 de Diciembre de 2015). Semana.com. Obtenido de www.semana.com: http://beta.semana.com/opinion/articulo/zidres-regalo-de-ano-nuevo-para-latifundistasinversionistas-opinion-dejusticia/455313-3

Cante, Fredy and Quehl, Hartmut. (2015). Handbook of Research on Transitional Justice and Peace Building in Turbulent Regiions. Hershey: IGI GLOBAL.

Carrizosa, J. (25 de Noviembre de 2015). elespectador.com. Obtenido de www. elespectador.com: http://www.elespectador.com/opinion/magia-salvaje-y-zidres

Currie, L. (1966). Accelerating Development: the Necesity and the Means. New York: McGraw-Hill.

Dinero. (21 de Enero de 2016). dinero.com. Obtenido de www.dinero.com: http://www. dinero.com/edicion-impresa/pais/articulo/la-ley-de-zidres/218336

FAO, 2. (17 de Enero de 2015). FAO. Obtenido de FAO: AGRICULTURA ORGÁNICA Y CAMBIOS CLIMÁTICOS: http://www.fao.org/docrep/005/y4137s/y4137s07.htm

MacPherson, C. B. (1962). The Political Theory of Possesive Individualism. Oxford: Clarendon Press.

Molano, A. (16 de Enero de 2016). elespectador.com. Obtenido de www.elespectador.com: http://www.elespectador.com/opinion/mala-vaina

Ruiz, J. (24 de Noviembre de 2015). El Espectador. Obtenido de www.elespectador.com: http://www.elespectador.com/opinion/erradicar-ecosistemas-naturales

Semana. (20 de Junio de 2012). semana.com. Obtenido de www.semana.com: http://www. semana.com/especiales/pilares-tierra/asi-es-la-colombia-rural.html
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